Mi problema con el Internet de las Cosas: lo ridículamente fuera de la realidad
Desde hace un tiempo se habla mucho del “Internet de las Cosas” (IoT) como la gran revolución tecnológica que cambiará nuestra vida diaria. Refrigeradores inteligentes que hacen la compra por ti, luces que se prenden con la voz, sensores para todo tipo de cosas… la lista es larga.
Pero siendo honesto, mi experiencia personal y mi percepción es que muchas de esas soluciones están ridículamente fuera de la realidad. No tengo un refrigerador que me organice el pedido de la despensa, ni una cocina automatizada, ni siquiera una casa “inteligente” que funcione sin fallos.
De hecho, no tengo portón automatizado para el auto, porque donde vivo se genera un gran problema: el barro que produce la lluvia.
Y si el smartphone que tienes es de los económicos, créeme que no te va a funcionar.
En el sur de Chile, donde vivo, dependemos mayormente de la leña para calefaccionar nuestros hogares. Esto implica un ritmo y una realidad muy distinta a la que muchos de esos dispositivos IoT asumen. No se trata solo de tecnología, sino de costumbres, hábitos y recursos disponibles que no se reemplazan con una app.
La realidad es que:
- Muchos dispositivos IoT son caros, poco fiables y requieren mantenimiento constante.
- Aunque se habla mucho de interoperabilidad, no creo que todo deba pasar por un solo smartphone.
- La privacidad y seguridad son un problema serio que casi nadie menciona.
- Y, honestamente, gran parte de estos gadgets son más un lujo o una moda que una necesidad real.
En mi caso, lo único “inteligente” que tengo son dos Echo Dot, para escuchar radio Bio Bío, Amazon Music o Spotify. Nada más. Uso tecnología para lo justo, sin perder de vista la practicidad y la simplicidad.
El IoT puede ser útil, sí. Pero para muchos usuarios, incluido yo, no resulta atractivo. No me frustra, simplemente no me interesa. Prefiero soluciones simples, directas, funcionales y que se adapten a mi entorno.
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